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  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Jul 14, 2021
  • 2 min read

Updated: Jun 23, 2022


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Durante medio siglo la República Dominicana ha venido clamando a la comunidad internacional por una intervención en Haití que no se acaba de materializar, al menos no con los resultados deseados. El asesinato del Presidente Jovenel Moïse debe servir de llamado a acción al Estado dominicano y este volcarse a una postura más proactiva frente a la situación de Haití.


Ni el devastador terremoto de 2010, ni el fracaso de la asistencia monetaria enviada a razón de ese evento y mucho menos la epidemia de cólera, provocada por las tropas de la misma ONU que mató a docenas de miles en Haití, sirvió de llamada de alerta a la comunidad internacional para asumir un rol más diligente en ese país. El desinterés es claro, y el tiempo de que República Dominicana tome ese toro por los cuernos empezó hace bastante, pero hacerlo tarde va a ser mejor que hacerlo nunca.


Como primera medida, los dominicanos debemos dejar de ver a Haití como un lastre, carga o cáncer para nuestro país, y empezar a verle como la enorme oportunidad social y económica que es para la República Dominicana. Haití es la oportunidad de la producción nacional para duplicar su mercado y establecer un hub logístico, turístico, financiero, productivo y de infraestructura estable en el Caribe que sirva de puerta entre los hemisferios.


En segundo lugar, debemos determinar los múltiples intereses geopolíticos que giran alrededor de Haití. Desde Estados Unidos, China, los posibles roles de la dupla Cuba-Venezuela y hasta las redes internacionales de narcotráfico, es probable que estos mantengan un interés en el estado de la situación en Haití, algo sobre lo que debemos tener alta consideración al momento de asumir un rol proactivo en cambiarlo.


Los organismos multilaterales deben ser excluidos de la agenda ya que estos tenderán a ser una traba al tipo de acciones concretas que Haití necesita para sacarle de su perenne crisis. La República Dominicana, para este propósito, sí debe contar con el apoyo y trabajar en coordinación con los Estados Unidos, para tener su asistencia logística, monetaria y de inteligencia, así como para mantener a raya a los organismos multilaterales y los demás países con interés sobre Haití.


En tercer lugar, debemos definir que tipo de país deseamos tener en Haití y las acciones concretas necesarias para llevarlo hasta ahí, lo que pienso expandir en otro artículo.


Esto debe hacerse conscientes de que nosotros también somos un país que sigue arrastrando problemas del Siglo XX que deben ser solucionados y no habrá forma de lograr en Haití lo que ni siquiera nosotros mismos hemos logrado, por lo que no sería aspirar a un Singapur sino esperar una República Dominicana de 1978 como el mejor de los casos. Lo que sí debemos orientar nuestro esfuerzo a que en nuestro vecindario exista estabilidad y que las cosas operen para el beneficio de todos los que lo habitan, en particular para nosotros que junto a los haitianos, seguimos siendo los que pagan los platos rotos.


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