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  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Sep 19
  • 3 min read

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Las redes sociales y los distintos foros en línea le dieron un megáfono a todos para vociferar sus ideas al mundo. Al estas plataformas estar diseñadas para mantener a sus usuarios lo más activos posible dentro de ellas estimulando la interacción de estos con el contenido de los demás, o lo que se conoce como el “engagement”, el contenido más controversial tiende a acaparar la mayor atención. Esto promovió la creación de una industria de la controversia donde montones de personas compiten entre ellas para publicar el contenido más estrambótico que se les ocurra y obtener beneficios económicos de ello. 


La industria de la controversia ha permeado todo el contenido en el internet de una forma u otra y en cada espacio eso ha tenido su efecto. En todo, desde las cosas pequeñas como el juego del ajedrez, los videojuegos, los deportes, el cine y la moda, a cosas más serias como la religión, los deportes, la economía, los mercados de acciones, las armas de fuego, la ecología, y las relaciones interpersonales, virtualmente en todos los aspectos de la vida humana tenemos contenido dominado primordialmente por la industria de la controversia, y por supuesto, eso también incluye a la política.


La controversia, como cualquier otra industria, solo tiene un objetivo, generar clicks y con ello hacer dinero. Es irrelevante si la persona que crea el contenido sabe de lo que está hablando, entiende los detalles más finos o si siquiera genuinamente cree en lo que está diciendo, el contenido se hace, se edita y se publica, con la regla de hacer mucho y hacerlo constante. 


Pero ahora tenemos 2 generaciones creciendo con el internet y las plataformas creadas en este como el medio a través del cual hacen y dan forma a su vida. La Generación Z y la Alfa se educan, se comunican, hacen su vida social, en muchos casos trabajan, conocen sus parejas y construyen su visión del mundo y de sus vidas en línea, rodeados por el contenido estrambótico de los más escandalosos en la industria de la controversia. Indistintamente de las intenciones reales de los creadores de contenido en la industria de la controversia, esas 2 generaciones están creciendo y forjando su visión del mundo usando su contenido como guía.


El Dr. Víctor Frankenstein, de la novela de Mary Shelly’s, se propuso destapar los secretos de la vida y la muerte, en su gran arrogancia y su deseo insaciable de alcanzar la gloria por sus descubrimientos, crea una criatura de partes de cuerpos humanos. Luego de despertar la criatura mata al hermano del doctor, luego a su mejor amigo y finalmente a su prometida. Obsesionado con la idea de si podía crear una vida haciendo un uso carente de ética de la ciencia, en ningún momento se detuvo a pensar si debía. 


Es imposible para mí asegurar a cual dirección nos vamos a dirigir de mantenerse el actual curso. Lo que sí puedo afirmar es que nada de esto es normal ni tiene antecedentes sociológicos que podamos tomar como referencia. Mi más genuino deseo es que no estemos re-editando la novela de Mary Shelley, y que mañana no nos despertemos teniendo que hacer frente al monstruo que hemos creado por dejarnos llevar de nuestros instintos más básicos alimentando y fomentando la industria de la controversia sin poner ningún tipo de resistencia.   


 
 
 
  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Sep 19
  • 2 min read

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Las redes sociales y el uso de medios digitales en el comercio han demostrado ser un tema complejo de normar en todo el mundo. Esta realidad es especialmente más difícil en países pequeños que no representan un mercado significativo para las empresas digitales y que no desarrollan empresas de ese tipo en su territorio, pero esto no significa que han dejado de intentarlo. Curiosamente, esto no necesariamente va a tratar sobre la regulación de los medios y redes digitales en la República Dominicana, tema que va y viene con frecuencia, sino por lo que actualmente está ocurriendo en Nepal. 


Nepal es una nación del sur de Asia donde viven 30 millones de personas que actualmente está viendo a su Estado volverse cenizas en el sentido más literal de esa frase. Mientras la sede del Parlamento, del Gobierno, de la Suprema Corte de Justicia y la casa personal del ahora ex-Primer Ministro ardían, el resto del mundo aún intentaba buscar sentido a lo ocurrido. 


La generación Z de Nepal, sus nativos digitales, salió a la calles a protestar una norma administrativa refrendada por una decisión de su Suprema Corte de Justicia que iba  ser santiguada como ley por su Parlamento, para ser ejecutada bajo todos los controles democráticos de esa nación, y procedieron a prender en fuego a todas esas instituciones.


Los instituciones democráticas en Nepal tuvieron la arrogancia de pasar una norma que incidía sobre las redes sociales y su uso que exigía, entre muchas otras cosas, el registro de las redes sociales ante su Ministerio de Comunicaciones y Tecnologías de la Información. Nepal, por supuesto, no tiene empresas locales desarrollando y administrando redes sociales, por lo que el registro esencialmente aplicaba a empresas en el extranjero. 


Nepal no representa un mercado particularmente importante para las empresas que desarrollan y administran redes sociales, por lo que el plazo para registrarse que vencía en abril llegó y la mayoría de esas empresas lo ignoró. Esto motivó que el Gobierno de Nepal, amparado en la normativa que había adoptado, procediera a suspender el acceso de sus ciudadanos a Facebook, Instagram, YouTube, Whatsapp y otras redes sociales incumplidoras de su norma, y hoy Nepal arde. 


Lo que viene ocurriendo en Nepal es un importante llamado de atención para reguladores y legisladores en todo el mundo, con poblaciones y economías comparables. Uno se debe arropar hasta donde nos da la sábana, y debemos reconocer nuestras limitaciones en imponer obligaciones sobre empresas que no mantienen presencia física en nuestro territorio, para las que adicionalmente no representamos un mercado relevante. Esto va desde la regulación de las redes sociales hasta la aplicación de impuestos a las compras por internet, la normativa no puede ser estructurada esperando un cumplimiento de entidades extranjeras y limitando el acceso de la ciudadanía a esos servicios como penalidad. 


Normar de forma efectiva, y que no provoque el colapso social y político de un país, es un acto mucho más delicado de lo que muchos parecen entender. Que Nepal nos sirva de ilustración de lo que en definitiva no debemos hacer.


 
 
 
  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Sep 19
  • 2 min read

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El inicio del año escolar en nuestro país, y muy en particular en la ciudad de Santo Domingo, es visto como el regreso de los tapones. Es evidente que las escuelas, específicamente el traslado de estudiantes hacia y desde estas, son un factor material en el caos vehicular que impacta a nuestras ciudades. Parte de lo que contribuye a esa situación es que en nuestro país los distritos escolares operan en gran medida sólo como un nivel burocrático adicional dentro de las capas del papeleo del sistema educativo, y no tienen relevancia práctica sobre los estudiantes y sus padres al momento de decidir el colegio en cual inscribirse, por múltiples razones, incluyendo el tránsito vehicular en nuestras ciudades, esto debe cambiar. 


En otros países es obligatorio inscribir los alumnos en escuelas ubicadas dentro del distrito escolar donde este reside, y el intento de inscribir alumnos en escuelas fuera del distrito escolar que le corresponde puede ser sancionado con multas y hasta prisión. Entiendo que en las ciudades de nuestro país se puede experimentar con este modelo, aunque no se incluyan sanciones tan severas como las vistas en otros países.


Para enfrentar el problema del tránsito vehicular en el curso del año escolar, se puede poner especial ojo sobre las escuelas privadas que operan dentro de nuestra ciudad y crear un esquema regulatorio en el proceso de enrolamiento de estudiantes que estimule la matriculación de estos en escuelas que queden razonablemente cerca de donde reside el estudiante, diseñando distritos escolares para atender de forma específica esa necesidad.


Va a ser un poco cuesta arriba solucionar el problema del tránsito en nuestras ciudades si una familia que vive en Cuesta Hermosa III de Arroyo Hondo apunta a sus hijos en el Colegio Calasanz en la Ave. Independencia, o si los que viven en El Millón ponen a sus hijos en el Colegio La Salle. Los estudiantes deben estar lo suficientemente cerca de sus centros educativos como para llegar caminando o en una ruta corta en autobús, de lo contrario nuestros colegios van a seguir siendo concentradores de tránsito y generadores de tapones afectando toda la ciudad. 


No creo que una prohibición funcione en nuestro país, pero establecer una tarifa adicional a la matrícula para inscribir alumnos en colegios fuera del distrito escolar que le corresponda puede ser una alternativa viable, que pudiera parcialmente financiar las otras necesidades de una iniciativa de este tipo que debe incluir una red de transporte escolar. Por supuesto, un plan de esta naturaleza necesariamente tendría que ser implementado en un período de varios años, correctamente comunicado y estudiado en cada etapa de su implementación para poder atender las necesidades de cada nuevo distrito educativo que se sume a este plan. 


Lo que sí entiendo que no es correcto es sentarnos de brazos cruzados aceptando los tapones del año escolar como una especie de castigo divino ineludible que todos debemos aceptar para la redención de nuestros pecados. Hay múltiples factores que inciden en el problema, y el tratamiento de los distritos escolares y la matriculación de los estudiantes es uno muy importante de ellos, por lo que debemos darle cara a la situación para eventualmente llegar a una solución.   


 
 
 

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