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  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • May 3
  • 2 min read




Por décadas ha sido la postura oficial de la República Dominicana que “no hay solución dominicana a los problemas de Haití” como un modo de llamado a acción a la comunidad internacional para intervenir en el país vecino y lograr su estabilización. El resultado de esas gestiones es que la poca acción ofrecida por la comunidad internacional ha sido totalmente inefectiva y que hoy Haití se encuentra al borde del colapso total ante la violencia de las bandas criminales que controlan la mayor parte de su territorio. Para preservar nuestra propia estabilidad es tiempo de empezar a evaluar esa solución dominicana. 


Por razones que desconozco, el Estado dominicano rutinariamente presenta como solución al problema de Haití el reforzamiento de la frontera y las deportaciones masivas. Claramente eso no es solución, pues estamos donde estamos, pero insistimos con eso como única herramienta a nuestro alcance, ignorando que los problemas de Haití no están en nuestro territorio y que todo lo que hagamos acá es un ejercicio inutil de tratar de contener un tsunami con una cubeta. 


Seamos claros, el único universo en el que el flujo migratorio desde Haití hacia República Dominicana se detiene es en aquel donde Haití se convierte en un país estable y próspero, en cualquier otra alternativa la República Dominicana está condenada a recibir ola tras ola de migrantes. Ante esa realidad, que la solución es asistir en la estabilidad y desarrollo de Haití es bastante clara, la pregunta es ¿Qué estamos haciendo para llegar allí? 


Pero mientras el Estado dominicano repite el mantra en foros internacionales y para el consumidor interno, no vemos ningún acercamiento a las fuerzas políticas y fácticas en Haití para lograr algún entendimiento. No se ve esfuerzo alguno en evaluar la situación en Haití y buscar soluciones en Haití. No digo que no existan, es perfectamente posible que los acercamientos se hayan intentado en más de una ocasión, pero claramente no son visibles.


Hay razones históricas y del presente por la cual una participación activa de República Dominicana en la búsqueda del desarrollo de Haití es difícil, es por ello que el proceso de construir la confianza mutua debe iniciarse a la mayor brevedad para construir un camino viable hacia una solución, a la dominicana, de la situación de nuestro vecino. En muchos casos los remedios no van a ser agradables para nuestros pares haitianos, pero si son necesarios y su ejecución se realiza de buena fe con el objetivo de mejorar la situación interna de Haití para el beneficio a corto y largo plazo de la República Dominicana, estos deben ser implementados.   


Personalmente estoy cansado de tener toda una vida hablando de este tema y que Haití persista como una espada de Damocles puesta al cuello de nuestro país. Tenemos más de medio siglo dándole la espalda al problema atendiendo los síntomas negándonos a ver la enfermedad a los ojos. La solución no va a ser cometer un sepuku económico, social y diplomático sacrificando nuestros valores democráticos, nuestra estabilidad interna y nuestra reputación internacional implementando paliativos que definitivamente no van a resolver el problema. Es tiempo de que finalmente aceptemos, que si algo va a cambiar para bien en Haití, definitivamente va a tener que venir de una solución dominicana. 


  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Apr 16
  • 3 min read


Francina Martínez Bernechea es un nombre dentro de los 231 que hasta ahora figuran entre los fallecidos en la tragedia del Jet Set el pasado martes 8, un día que marcará a nuestro país y la psique de nuestra sociedad por muchos años. Ese día perdimos muchísimas personas valiosas, algunas muy reconocidas por sus grandes aportes en actividades populares como la música y los deportes, y otras que algunos comentaristas han llamado “anónimas”. Hoy me permito escribir un poco sobre Francina y cada una de esas más de 200 personas cuyos nombres son menos conocidos pero que significan un mundo para sus familiares, allegados y, muy especialmente, para todo el país. 


Había coincidido con Francina desde la niñez y mis años formativos, pues ambos fuimos al mismo colegio y a la misma universidad durante similar tiempo, con la diferencia que le llevaba un año. Esa diferencia influye en que solo me atreva a decir que realmente conocí a Francina a partir del año 2021 cuando ella pasa a ser mi compañera de trabajo, pues fueron en los siguientes años a partir de ese momento en los que realmente nos tratamos con mayor frecuencia.  


Francina era una persona brillante en múltiples facetas, no se trataba únicamente de su inteligencia, virtud que le sobraba, sino de su metódica determinación de lograr que las cosas ocurrieran. Esa mezcla de talentos derivó naturalmente hacia el desarrollo de su liderazgo, pero no cualquier liderazgo, sino un liderazgo inspirador, de los que llevan a un equipo a lograr que las cosas ocurrieran, y no cualquier cosa, sino cosas que genuinamente no creí posibles en el ambiente y cultura que Francina empujó a que ocurrieran.


Tuve el honor de ser testigo de cómo Francina formó su equipo y junto a ellos lograr no solo cambiarle el rostro a una organización, sino con ello, y sin ningún temor a exagerar, cambiar para bien el país. Cientos de miles de dominicanos hoy disfrutan los avances y cambios logrados por Francina y su inspirado equipo de personas determinadas, y millones lo harán durante los años por venir.


Junto a Francina otros 230 dominicanos fallecieron ese fatídico martes, y todos y cada uno de ellos igual de valiosos e igual de importantes para esta nación que hoy está de luto pensándoles. Desde los padres y madres que construyeron familias con su amor y dedicación, los que trabajaban día y noche aportando a la construcción de una mejor sociedad desde sus roles, los que trabajan allí en el Jet Set poniendo de su parte para brindar alegría a todos noche tras noche, asimismo, Elida, Darlenys, Madeline y Auilsa mis también compañeras de trabajo que simultáneamente perdí esa día y para quienes siempre guardaré admiración y aprecio. 


Un número no le hace justicia a la dimensión de la pérdida sufrida por la República Dominicana el 8 de abril. Se nos fueron muchos padres, madres, hermanos, hijos, amigos y compañeros y esa herida como dolientes directos e indirectos de todas esas personas no va a cerrar en mucho tiempo. Aún así, por encima de todo ese dolor, es realmente difícil cuantificar lo que perdimos como nación cuando en un instante nos abandonaron tantas de las manos que nos venían ayudando a construir un mejor país.


Descansa en paz Francina, descansen en paz todos ustedes, mis compatriotas que partieron esa noche. No puedo más que prometerles todo nuestro empeño de seguir construyendo sobre lo que ustedes ya habían logrado y terminar de construir el país de nuestro orgullo. Muchas gracias por tanto.          


  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Apr 2
  • 3 min read


El libro “Abundance”, un New York Times Bestseller, de Ezra Klein y Derek Thompson es una lectura obligatoria para cualquier persona interesada en políticas públicas, sus problemas actuales y una visión de futuro, indistintamente de su ideología política o ubicación geográfica. Describe exhaustivamente muchos de los problemas actuales de los Estados Unidos, las limitaciones de su capacidad de Estado, como se llegó hasta allí, que pudiera hacerse para romper las cadenas de la inacción y propone un nuevo enfoque para hacer frente a las necesidades del futuro. 


El libro aborda la abundancia como un enfoque de la política del Estado desde la perspectiva de 5 capítulos cuyos títulos son bastante auto-explicativos: Crecer, Construir, Gobernar, Inventar, Desplegar. En estos, Klein y Thompson, desarrollan temas que no son extraños para quienes han leído sus contribuciones habituales en los periódicos The New York Times y The Atlantic. Los liberales en Estados Unidos, y me atrevo a incluir a las democracias liberales de occidente, les gusta medir la efectividad de su gobernanza alrededor del cumplimiento de procesos y mover dinero, y no lo que, en efecto, construyen con esos procesos y dinero, y como indican los autores: “Lo que importa no es cuánto se gasta. Lo que importa es cuanto se construye”. 


De manera reiterativa el libro compara la capacidad de lo que puede ser construido en Estados Unidos con lo que logra construir China en un mismo período de tiempo, y el contraste es intimidante: “En el mismo tiempo que a California le ha tomado fracasar en construir 500 millas de rieles para trenes de alta velocidad, China ha construido más de 23,000 millas de rieles para trenes de alta velocidad”. Esto debe ser un llamado de atención a las democracias desarrolladas donde el proceso asume mayor importancia que los resultados, debilitando lo que los autores llaman la “fe en el Gobierno” en nuestros Estados, mientras hacen más atractivos a los gobiernos autocráticos que simplemente construyen. 


El libro tiene un enfoque, admitido por los mismos autores, bien americano y en particular hacia la izquierda y centroizquierda en Estados Unidos resaltando sus puntos débiles de gobernanza y activismo en el pasado y haciendo un llamado de atención para promover el cambio hacia el futuro. No obstante ese enfoque, “Abundance” es muy útil para los que estamos fuera, y en particular países como República Dominicana que tiene a Estados Unidos como su mayor influencia comercial y regulatoria, para detectar los errores que venimos replicando y prevenirlos. 


Dicho lo anterior, personalmente me hubiera gustado ver enfoques más geográficamente neutrales sobre el concepto de abundancia que proponen Klein y Thompson. Hay aspectos de madurez institucional y economías de escala que se toman por sentado cuando se considera un plan enfocado en promover abundancia en un país como Estados Unidos, que distan mucho de las realidades como el nuestro o el resto de Latinoamérica donde el concepto de “abundancia” puede ser considerado pero donde se necesitaría brincar sobre obstáculos adicionales que no existen en Estados Unidos. 


De todas formas recomiendo la lectura de “Abundance”, de Ezra Klein y Derek Thompson, por lo que este mensaje podría suponer políticamente en el futuro cercano de los Estados Unidos y sus potenciales ramificaciones para el resto de nosotros que para lo bueno y para lo malo nos situamos en el rango de contagio de nuestro vecino.


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