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  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Jan 8
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Esta semana el dictador Nicolás Maduro buscará ser nuevamente juramentado como Presidente de Venezuela, mientras que por su lado el opositor Edmundo González Urrutia ha venido recabando apoyo internacional para impedirlo y hacer lo propio. No me atrevo a hacer predicciones sobre como terminarán las cosas en Venezuela, pero entiendo apropiado que en República Dominicana tengamos un plan de contingencia comercial, diplomática y geopolítica en caso de que se produzca la caída del chavismo en la hermana nación.


Una vez la economía venezolana logre romper las cadenas del chavismo, en unos años esta volverá a ser la 4ta más grande de Latinoamericana, aproximadamente 5 veces más grande a su tamaño actual. Ayudar a Venezuela a lograr ese hito debe ser clave para los intereses económicos y diplomáticos de la República Dominicana, dado al enorme potencial comercial que existe para ambos países. 


Venezuela siempre ha sido dependiente de su petróleo en total detrimento del resto de su economía, y esto no va a cambiar en el futuro inmediato, una vez caiga el chavismo esto le brindaría oportunidades a la República Dominicana para contribuir en el desarrollo de otros sectores más desatendidos de la economía venezolana, como su sector financiero, el agrícola, el turismo, energías renovables, manufacturas, entre otros.


Por otro lado, una Venezuela sin el chavismo sería un aliado nuestro indispensable para atender los problemas en Haití. El año pasado la prensa reportó que el chavismo declaró haber cancelado la totalidad deuda de Haití producto de Petrocaribe, que tan cierto o en que alcance se produjo esto aún no es claro, pero Venezuela es el acreedor de un cuarto de la deuda externa de Haití, y República Dominicana puede fungir como mediador y garante de no solo cualquier acuerdo de reestructuración de dicha deuda, sino de acuerdos de energía para Haití provenientes de Venezuela en el futuro.   


Una Venezuela sin chavismo podría coordinar con la República Dominicana la promoción de reformas políticas, sociales y económicas en Haití que le permita a nuestro vecino romper el círculo vicioso de subdesarrollo que actualmente le ata, siendo Venezuela un importante proveedor de energía para nuestro vecino.


Es difícil saber donde terminará Venezuela al final de esta semana, si a la historia reciente vamos, el chavismo conservará el poder con el apoyo de sus corruptas fuerzas armadas. Pero esto no significa que República Dominicana deba desistir de su esfuerzo diplomático para promover el retorno de la democracia en nuestra hermana nación, y más importante aún, debemos tener definido un plan de contingencia para nuestra actuación diplomática y comercial si ese objetivo se llegare a materializar.  


 
 
 
  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Jan 2
  • 2 min read
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La Ley 163-21 de fomento del mercado de valores logró abrir las compuertas a las primeras emisiones formales de acciones en la República Dominicana, ejecutadas por la empresa César Iglesias, S.A., seguida por el Banco Promérica, marcando un verdadero hito en el mercado financiero dominicano. Lamentablemente 3 disposiciones muy importantes de dicha ley expiraron en agosto de 2024 pudiendo devolvernos al purgatorio bursátil en el que vivió nuestro país durante toda su vida republicana, entiendo que no podemos arriesgarnos a devolvernos a ese purgatorio. 


Las tres disposiciones que expiraron fueron: i) la exención del impuesto de aumento de capital cuando este es realizado a través del mercado de valores, ii) el impuesto del 15% sobre ganancia de capital para acciones cotizadas en una oferta pública, y iii) La discrecionalidad regulatoria del Consejo Nacional del Mercado de Valores para relajar las normas legales de gobierno corporativo previstas en la Ley 249-17 de modo que se ajuste a las necesidades prácticas de los emisores. 


Una oferta pública de acciones o cuotas sociales es en sí un proceso costoso, sumarle un impuesto de 1% a toda la colocación como lo hace el impuesto de aumento de capital lo hace prohibitivo. Así mismo, el impuesto de ganancia de capital luego de la expiración de las provisiones de la Ley 163-21 es ahora de 27% lo que marca un desincentivo importante a la inversión en acciones cotizadas como oferta pública.


Para evitar devolver al país al purgatorio bursátil recomiendo la introducción de una ley que agregue un nuevo Título XX a a Ley 249-17 que se concentre en el tratamiento tributario de las operaciones en el mercado de valores en el que se recojan las mejoras sustanciales que introdujo la Ley 163-21 y que aún siguen vigentes, así como incluya de forma permanente las exenciones y tasas que expiraron este año, entre otras mejoras aclaratorias del trato fiscal de las operaciones bursátiles, los patrimonios autónomos de oferta pública y las sociedades que les administran que aún ameritan ser mejorados. 


El objeto de un mercado de acciones de oferta pública es conectar a inversionistas de todo tipo con empresarios y emprendedores, de forma que se estimule el desarrollo económico del país dinamizando la calidad del ahorro. Paralizar ese mercado por apetencias fiscales es como quemar la casa para tratar de liberarse del ratón, y a largo plazo representa una limitación severa a la capacidad del Estado de mejorar sus recaudaciones. 


Entiendo que los beneficios obtenidos en el oásis temporal creado por la Ley 163-21 son evidencias más que suficientes del potencial que pudiera tener el mercado de valores dominicano. Pero este no dejará de ser un mero oásis si seguimos dando preponderancia a una recaudación que simplemente no existe ni va a existir si no le damos un tratamiento fiscal que se corresponda a los mercados de este tipo. Mientras tanto, si nada cambia, seguimos condenados a continuar en el purgatorio bursátil soñando sobre lo que pudo haber sido.  


 
 
 
  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Dec 30, 2024
  • 2 min read


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En septiembre de 2020 el popular escritor americano Matthew Yglesias publicó su libro “One Billion Americans” en el cual defiende la idea de porqué los Estados Unidos de América debería proponerse aumentar su población a mil millones de personas. En esta ocasión me gustaría hacer el caso breve de porqué nosotros deberíamos proponernos algo similar, apuntando a una República Dominicana de 40 millones de dominicanos.


Este año la República Dominicana alcanzó la 7ma posición en las economías de Latinoamérica por su tamaño, con un PIB de 273 mil millones de dólares, con una perspectiva de mayor crecimiento para los próximos 10 años. Si bien, estas son excelentes noticias para el país, también esto viene con un reto enorme que entiendo no está siendo adecuadamente ponderado.


La economía dominicana es enorme, tan grande que la región en donde estamos nos queda comercialmente chiquita, pero al mismo tiempo nuestra economía es diminuta, es demasiado pequeña como para competir con los países grandes más cercanos a nosotros como México o Colombia. Si fuéramos a explotar nuestro potencial como país, diversificar nuestra economía y aprovechar nuestra fortaleza económica en la región, aún si fuéramos a duplicar el tamaño de nuestra economía cada 10 años, nos tomaría más de 20 años alcanzar el tamaño de la economía de Colombia de hoy.


Y sí, mucho se puede decir de lo que lograríamos si la calidad de la educación fuera mejorada y llevada a los niveles de los países desarrollados y lo que eso implicaría en la productividad de nuestra economía. Pero lo cierto es que el potencial de la demanda interna simplemente no está ahí, no somos suficientes como para ser un mercado atractivo para inversiones significativas, no somos suficientes para desarrollar empresas que tengan un alcance global, no somos suficientes ni siquiera para que Taylor Swift haga una parada por acá en su Eras Tour. 


Con 40 millones de dominicanos nuestro país tendría una cantidad similar de habitantes a la de Canadá hoy en día y sería uno de los 50 países más poblados del mundo. Esos 40 millones de dominicanos no solo serían 40 millones de consumidores, sino también más doctores, más ingenieros, más programadores, más científicos, y cientos de miles más profesionales de lo que actualmente siquiera soñamos tener, en efecto, seríamos un verdadero mercado de escala comparable al de Argentina.  


Por supuesto, hay cientos de pequeños pasos que deben darse para tener éxito en una misión de esa naturaleza, pero el primero de esos pasos es decidirnos si deseamos o no esa ambiciosa meta. Una República Dominicana de 40 millones de habitantes sería fundamentalmente distinta a lo que conocemos hoy y estoy convencido que para el bien de todos, y en el camino, aún si llegáramos a fallar a la Luna de los 40 millones, al menos quedaremos entre las estrellas. 


 
 
 

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