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  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Mar 19
  • 3 min read


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Con esta alcanzo 200 propuestas realizadas en este espacio en el curso de casi 5 años. Elaborar una propuesta cada semana durante ese período ha significado uno de los retos más grandes que he enfrentado como escritor por lo que satisfecho con el trabajo realizado, pondré pausa a la elaboración de propuestas para retomar mis artículos de opinión. Como última propuesta de esta cadena, me deseo dirigir a los jóvenes dominicanos para exhortarles a que hagan realidad el país por el que sueñan, no como un dicho bonito dejado en el abstracto, sino como la oportunidad de hacer mucho dinero y lograr abundantes éxitos en sus vidas como profesionales.


Yo también fui jóven una vez, y al igual que el 60% de los jóvenes de hoy en día (según un estudio de ANJE al respecto), también consideré emigrar de República Dominicana por las faltas de oportunidades y la deficiencias sistémicas del país que parecen insuperables, y que hacen del vivir aquí un reto y ejercicio injusto de paciencia inagotable. 


En mi juventud, reconozco que tenía un ojo muy perspicaz para detectar y describir cada uno de los frustrantes problemas de este país y las mil formas que me irritaba tener que sortearlos para llevar mi día a día. Tenía un arte para describir de las formas más pintorescas todo cuanto me provocaba irritación y las mil formas en la que en otros lugares, con soluciones de sentido común, ya no padecían de esas ridiculeces. 


Ese talento para resaltar todo lo que está mal en nuestra sociedad lo sigo viendo en la juventud de hoy en día en sus múltiples expresiones, desde su trabajo en las aulas, los dichos en su música popular, las conversaciones de sobremesa y hasta en las expresiones más coloquiales de su existir público y privado, que inevitablemente se refleja en su deseo de buscar mejor suerte en otras latitudes, como yo una vez también lo consideré. Sigo identificando el hartazgo de mi juventud en la voz de nuestros jóvenes de hoy en día, y siendo justos, no puedo culparlos.


Pero hoy, con el beneficio de algunos años y 200 propuestas escritas, me parece más que evidente que el tonto fui yo, y si puedo hacer algo para remediar mis tonterías de la juventud es alertar a los jóvenes de ahora de no cometer mis errores y visualizar los mismos irritantes problemas que yo vi y critiqué en mi momento de una manera distinta. 


Sí, República Dominicana está plagada de muchos problemas que generación tras generación no parecen resolverse. Debo confesar que quejarse de esos problemas es bastante cómodo y hasta gracioso, pero esa comodidad y gracia no suele dar mucho. Lo que sí cambiaría fundamentalmente las cosas es solucionarnos, y hacerlos con soluciones escalables que se traduzcan en negocios y empleos para muchas personas. 


Cada problema que padecemos en nuestra sociedad es una oportunidad. Las deficiencias en la recogida y manejo de la basura, los apagones, el tránsito, la pobre calidad del servicio al cliente, la falta del agua en algunos sectores, la lentitud de la justicia, todos y cada uno de los problemas que podemos identificar en nuestro país son una enorme oportunidad esperando por alguien a ser tomada, resuelta de manera rentable, escalable y exportable a otros países que igual que nosotros también lo padecen. Y hoy, después de 200 propuestas, quiero creer que esa visión puede venir de nuestra juventud, cuando esta opte dejar de mirar por soluciones afuera, y las implemente adentro.   


 
 
 
  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Mar 13
  • 2 min read


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Mis artículos enfocados en protestas iniciaron en medio de la pandemia que resultó del COVID-19, y en estas últimas semanas en las que muchos venimos recordando los eventos de hace 5 años, entiendo apropiado proponer la creación en República Dominicana de un protocolo para el sector público y privado para prepararnos para la próxima pandemia.


Un evento tan disruptivo y destructivo como una pandemia es algo que asumimos debe ocurrir una vez en generaciones partiendo de nuestras experiencias del pasado. La realidad es que, desde que los humanos (y los virus que les infectan) han tenido la capacidad de movilizarse con relativa facilidad alrededor del mundo en poco tiempo, se crearon instituciones con la capacidad de tomar medidas razonables para detectar, contener y estudiar cualquier brote epidémico y evitar que este escale y se salga de control. Es este esfuerzo lo que evita la ocurrencia periódica de pandemias y no un golpe de suerte de la naturaleza, y me parece que no estamos conscientes de como ese trabajo que nos ha venido protegiendo, hoy se viene desmantelando.


Más aún, dentro de las lecciones que sacamos de la pandemia del COVID-19, aprendimos que muchas de las premisas que guiaron la actuación institucional sobre la reacción y respuesta al virus, a las recomendaciones de las autoridades de salud y el tratamiento y prevención de la propagación del virus, simplemente no aplican o no funcionan en el mundo actual, o peor aún, quedaron totalmente desacreditadas luego de la pandemia del COVID-19, aún si fueron las acciones técnicamente correctas dadas las circunstancias del momento.   


Para una próxima pandemia va a ser muy cuesta arriba hablar de cuarentenas y confinamientos, distanciamiento social, estados de emergencia o toques de queda. Hasta el uso de acciones preventivas de mínimo impacto como las mascarillas, o la recomendación de tratamientos preventivos reales como las vacunas, van a encontrar una resistencia formidable en una población con acceso gratuito a toneladas de desinformación y con poca capacidad para diferenciar entre la opinión calificada de un científico y los cantos de sirena de los charlatanes. 


Aceptando que esta es la realidad, en República Dominicana debemos prepararnos ante la inevitabilidad de la próxima pandemia estableciendo protocolos de educación y comunicación al público, así como una estrategia de actuación para el sector público y privado dependiendo del tipo de virus y atendiendo a las recomendaciones científicas disponibles en cada etapa del evento. 


Más aún debemos desarrollar esos protocolos partiendo de una necesidad de hacerlo con autonomía plena, sin dependencias de organismo externos, debiendo nosotros desarrollar nuestras propias capacidades de analizar y evaluar el alcance de la amenaza, partiendo de que nuestras fuentes habituales de guía y consejo no estarán disponibles o estarían severamente limitadas en su capacidad de ofrecerlo en la forma en que sí lo recibimos durante la pandemia del COVID-19. 


Es imposible predecir cuándo y de qué forma se materializará la próxima pandemia o evento epidémico que pueda afectar a la República Dominicana, pero el daño potencial es tan grave que resulta inaceptable no prepararnos para su potencial ocurrencia y eso es lo que debemos resolver ahora, antes de que vuelva a tocarnos la puerta.


 
 
 
  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Mar 7
  • 2 min read


Fuente: Teleradio América
Fuente: Teleradio América

Durante el pico de la ola inflacionaria de 2021 y 2022 propuse una reducción sensible del gasto público para reducir la presión sobre ese indicador que estaba siendo impactado por factores externos a nuestra economía. En los últimos dos años esa presión inflacionaria se redujo un poco, y el Estado no tuvo que materializar una reducción material de su gasto, sin embargo la inflación derivada de factores externos está volviendo y la necesidad de reducir el gasto público vuelve hacerse relevante, esta es una buena oportunidad de poner la casa en orden.


De partida hay dos ítems que deben ser el enfoque prioritario en la reducción del gasto del Estado dominicano, el subsidio eléctrico y el subsidio a los combustibles. En conjunto estos representan cerca de 100 mil millones de pesos al año del gasto, y aunque inicialmente su implementación fue justificada para proteger a la ciudadanía en general de los efectos de la inflación, estos no se redujeron durante el período de baja de las presiones inflacionarias y ahora se vienen convierto en una presión adicional sobre aquello que buscaba mitigar. 


El Estado debe definir un plan para el desmonte de los subsidios para la electricidad y los combustibles que no se extienda más allá de 2 años, para reorientarlos hacia subsidios más focalizados con la meta de reducir las erogaciones del Estado por este concepto hasta cerca de un 80% del costo actual de los mismos. 


Por otro lado, el Estado debe buscar soluciones más prácticas en la reducción de sus gastos operativos. El gasto en alquileres, materiales gastables, vehículos y combustibles puede ser reducido de manera significativa con un plan agresivo del Estado en masificar las modalidades de trabajo remoto e híbrido para sus entidades. Por supuesto, este va a necesitar tiempo para implementar los controles necesarios para hacer la transición de forma que la productividad no sea impactada de forma negativa, pero un plazo de 18 meses es más que suficiente para definir y ejecutar las acciones necesarias para su implementación y materializar sus beneficios en la reducción del gasto del Estado.


Otra oportunidad de ahorro para el Estado dominicano sería el decretar el congelamiento del gasto en Educación a sus niveles actuales por 5 años. Después de más de una década del 4% del PIB en la Educación la credibilidad de ese gasto está en su punto más bajo debido a los pobres resultados mostrados por los estudiantes en todas las métricas. Si bien el móvil para congelar el gasto es fiscal y macroeconómico, esta pausa debe servir para evaluar nuestro sistema de educación e identificar los puntos de acción para que el gasto que sí se haga sirva para mejorar sustancialmente la calidad y empiecen a mejorar esas métricas de los estudiantes.


Lamentablemente estamos devuelta a donde estábamos hace 2 años y la presión inflacionaria vuelve a convertirse en un problema existencial para República Dominicana. Hoy, quizás más que en aquel entonces, tenemos más urgencia de hacer las reducciones en el gasto del Estado para poder navegar los próximos años plagados de incertidumbres. Va a ser un sacrificio, pero son necesarios para evitar males mayores en el futuro cercano.      


 
 
 

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