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  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Nov 7
  • 3 min read

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En los últimos años el Estado dominicano se ha volcado a complacer todos los pedidos de los nacionalistas de nuestro país. Desde hace dos años la entrega de visas en los consulados dominicanos en Haití están suspendidas, se construyó un muro fronterizo que ahora mismo excede los 150 kilómetros de longitud, y se ha venido ejecutando el plan más ambicioso de deportaciones masivas que nuestro país ha visto desde la vuelta de nuestra democracia. Después de ya varios años, y miles de millones de pesos lanzados al aire para complacer a los nacionalistas, entiendo que es apropiado empezar a evaluar los resultados. 


Lamentablemente las declaraciones públicas sobre las cifras envueltas en este tema no son consistentes, lo que complica la evaluación y obliga a hacer estimados hacia la baja respecto de las muchas declaraciones sobre este tema. Dicho lo anterior, la República Dominicana está en proceso de concluir la construcción de un muro de 176 kilómetros a un costo preliminar de unos DOP 2.5 mil millones, y se han deportado no menos de 350,000 personas desde el inicio de la campaña en octubre de 2024. 


La cifra de 350,000 personas deportadas, a pesar de ser un estimado muy conservador de lo anunciado públicamente por la Dirección General de Migraciones, es una cantidad masiva de personas. Ese estimado conservador representa el 3.25% de toda la población en el territorio dominicano de acuerdo al último censo. Un movimiento de personas de esa magnitud no debería pasar desapercibida, y todas las metas soñadas por el nacionalismo dominicano deben, cuanto menos, estar cerca de ser alcanzadas tanto en lo que se buscaba ejecutar como el resultado que debíamos esperar. 


Los nacionalistas alegan que los inmigrantes haitianos contribuyen a la delincuencia en nuestro país, y aunque los números dados públicamente por la Policía Nacional suelen ser inconsistentes, la deportación del 350,000 personas parece no haber afectado en mucho la tasa de homicidios, de hecho los 887 homicidios reportados entre enero y agosto de 2025, superan a los 834 reportados en el mismo período de 2024.


Por otro lado, los nacionalistas afirman que los inmigrantes haitianos deprimen los salarios de los trabajadores dominicanos. Luego de expulsar 350,000 personas, el salario promedio cotizable pasó de DOP 35,698.10 en agosto de 2024 a DOP 37,572.82 en junio de 2025. Ese crecimiento nominal de 5.25% se desvanece significativamente una vez se toma en cuenta la inflación acumulada de 3.71%, no habiendo un impacto sustancial en el salario no obstante haberse expulsado una cantidad significativa de la fuerza laboral. 


Adicionalmente los nacionalistas afirman que los haitianos representan una carga importante sobre la salud y la educación dominicana, sin embargo, después de expulsar un 3.25% de toda la población que habitaba en nuestro territorio la ejecución del presupuesto de salud aumentó de DOP 82.5 mil millones en agosto de 2024 a DOP 89.6 mil millones en agosto de 2025, y el de educación también creció de DOP 177.5 mil millones a DOP 187.5 mil millones.


El Estado dominicano ha invertido miles de millones de pesos en complacer a los nacionalistas, y luego de hacerlo con creces, la delincuencia sigue igual, los salarios siguen deprimidos, el gasto en educación y salud sigue invariable, y no me atrevo a vincular la deportación del 3.25% de la población al enfriamiento de nuestra economía porque eso implicaría otro artículo, pero al final ninguna de las bondades que estos prometían de su línea dura contra los haitianos se han materializado. A estas alturas es más que obvio preguntarnos ¿Cuál es el objetivo?, ¿Esto era para el bien del país? O el propósito siempre fue ser crueles para ser crueles. 


 
 
 
  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Sep 19
  • 3 min read

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Las redes sociales y los distintos foros en línea le dieron un megáfono a todos para vociferar sus ideas al mundo. Al estas plataformas estar diseñadas para mantener a sus usuarios lo más activos posible dentro de ellas estimulando la interacción de estos con el contenido de los demás, o lo que se conoce como el “engagement”, el contenido más controversial tiende a acaparar la mayor atención. Esto promovió la creación de una industria de la controversia donde montones de personas compiten entre ellas para publicar el contenido más estrambótico que se les ocurra y obtener beneficios económicos de ello. 


La industria de la controversia ha permeado todo el contenido en el internet de una forma u otra y en cada espacio eso ha tenido su efecto. En todo, desde las cosas pequeñas como el juego del ajedrez, los videojuegos, los deportes, el cine y la moda, a cosas más serias como la religión, los deportes, la economía, los mercados de acciones, las armas de fuego, la ecología, y las relaciones interpersonales, virtualmente en todos los aspectos de la vida humana tenemos contenido dominado primordialmente por la industria de la controversia, y por supuesto, eso también incluye a la política.


La controversia, como cualquier otra industria, solo tiene un objetivo, generar clicks y con ello hacer dinero. Es irrelevante si la persona que crea el contenido sabe de lo que está hablando, entiende los detalles más finos o si siquiera genuinamente cree en lo que está diciendo, el contenido se hace, se edita y se publica, con la regla de hacer mucho y hacerlo constante. 


Pero ahora tenemos 2 generaciones creciendo con el internet y las plataformas creadas en este como el medio a través del cual hacen y dan forma a su vida. La Generación Z y la Alfa se educan, se comunican, hacen su vida social, en muchos casos trabajan, conocen sus parejas y construyen su visión del mundo y de sus vidas en línea, rodeados por el contenido estrambótico de los más escandalosos en la industria de la controversia. Indistintamente de las intenciones reales de los creadores de contenido en la industria de la controversia, esas 2 generaciones están creciendo y forjando su visión del mundo usando su contenido como guía.


El Dr. Víctor Frankenstein, de la novela de Mary Shelly’s, se propuso destapar los secretos de la vida y la muerte, en su gran arrogancia y su deseo insaciable de alcanzar la gloria por sus descubrimientos, crea una criatura de partes de cuerpos humanos. Luego de despertar la criatura mata al hermano del doctor, luego a su mejor amigo y finalmente a su prometida. Obsesionado con la idea de si podía crear una vida haciendo un uso carente de ética de la ciencia, en ningún momento se detuvo a pensar si debía. 


Es imposible para mí asegurar a cual dirección nos vamos a dirigir de mantenerse el actual curso. Lo que sí puedo afirmar es que nada de esto es normal ni tiene antecedentes sociológicos que podamos tomar como referencia. Mi más genuino deseo es que no estemos re-editando la novela de Mary Shelley, y que mañana no nos despertemos teniendo que hacer frente al monstruo que hemos creado por dejarnos llevar de nuestros instintos más básicos alimentando y fomentando la industria de la controversia sin poner ningún tipo de resistencia.   


 
 
 
  • Writer: Orlando Gomez
    Orlando Gomez
  • Sep 19
  • 2 min read

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Las redes sociales y el uso de medios digitales en el comercio han demostrado ser un tema complejo de normar en todo el mundo. Esta realidad es especialmente más difícil en países pequeños que no representan un mercado significativo para las empresas digitales y que no desarrollan empresas de ese tipo en su territorio, pero esto no significa que han dejado de intentarlo. Curiosamente, esto no necesariamente va a tratar sobre la regulación de los medios y redes digitales en la República Dominicana, tema que va y viene con frecuencia, sino por lo que actualmente está ocurriendo en Nepal. 


Nepal es una nación del sur de Asia donde viven 30 millones de personas que actualmente está viendo a su Estado volverse cenizas en el sentido más literal de esa frase. Mientras la sede del Parlamento, del Gobierno, de la Suprema Corte de Justicia y la casa personal del ahora ex-Primer Ministro ardían, el resto del mundo aún intentaba buscar sentido a lo ocurrido. 


La generación Z de Nepal, sus nativos digitales, salió a la calles a protestar una norma administrativa refrendada por una decisión de su Suprema Corte de Justicia que iba  ser santiguada como ley por su Parlamento, para ser ejecutada bajo todos los controles democráticos de esa nación, y procedieron a prender en fuego a todas esas instituciones.


Los instituciones democráticas en Nepal tuvieron la arrogancia de pasar una norma que incidía sobre las redes sociales y su uso que exigía, entre muchas otras cosas, el registro de las redes sociales ante su Ministerio de Comunicaciones y Tecnologías de la Información. Nepal, por supuesto, no tiene empresas locales desarrollando y administrando redes sociales, por lo que el registro esencialmente aplicaba a empresas en el extranjero. 


Nepal no representa un mercado particularmente importante para las empresas que desarrollan y administran redes sociales, por lo que el plazo para registrarse que vencía en abril llegó y la mayoría de esas empresas lo ignoró. Esto motivó que el Gobierno de Nepal, amparado en la normativa que había adoptado, procediera a suspender el acceso de sus ciudadanos a Facebook, Instagram, YouTube, Whatsapp y otras redes sociales incumplidoras de su norma, y hoy Nepal arde. 


Lo que viene ocurriendo en Nepal es un importante llamado de atención para reguladores y legisladores en todo el mundo, con poblaciones y economías comparables. Uno se debe arropar hasta donde nos da la sábana, y debemos reconocer nuestras limitaciones en imponer obligaciones sobre empresas que no mantienen presencia física en nuestro territorio, para las que adicionalmente no representamos un mercado relevante. Esto va desde la regulación de las redes sociales hasta la aplicación de impuestos a las compras por internet, la normativa no puede ser estructurada esperando un cumplimiento de entidades extranjeras y limitando el acceso de la ciudadanía a esos servicios como penalidad. 


Normar de forma efectiva, y que no provoque el colapso social y político de un país, es un acto mucho más delicado de lo que muchos parecen entender. Que Nepal nos sirva de ilustración de lo que en definitiva no debemos hacer.


 
 
 

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